sábado, 27 de agosto de 2011

Caminos separados.

La semana pasada fue el término de una relación de 1 año y 4 meses. Al menos esta patita. Pero significó el cierre de un ciclo de amor y desamor, de odio y cariño, de caricias furtivas y de demostraciones de afecto de más o menos 3 años.
Duele, no se puede negar. Pero ya las cosas, por más cariño o esfuerzo que se le ponían, no resultaban.
A veces no todo es cosa de quererlo e intentarlo. A veces sencillamente no se da. Pero eso no significa que lo que hubo de por medio no fue real, que los sentimientos siguen y seguirán ahí, flotando y cobijando aquello que se amó, y que se ama todavía.
No hay odio, no hay resentimientos. Sólo pena, y añoranza. Las promesas no siempre se pueden cumplir, y eso hay que entenderlo.
Pero también está la alegría, y es lo que quisiera destacar. Saber que alguien es importante para uno, y saber que una fue importante para ese alguien, reconforta. Saber que lo que fue es verdadero, y que, pese a que habrá un trecho  de incomodidad y de dolor, éste es inevitable, pero que el recuerdo no se irá y nadie será capaz de reemplazarlo, alivia.
Confieso que fue mi primer amor; mi primer pololo, mi primera pareja, si se quiere. Fue el primero en mi vida, y eso no se olvida. Menos ahora que soy un poco más grande y puedo quedarme con lo bueno, que pese a todos los conflictos idiotas, las mañas, los regaños, los malos entendidos y todo lo demás, fue algo lindo; algo que quedará por siempre en mi corazón y que me dará fuerzas para seguir queriendo al resto, sin aislarme tanto del mundo. Porque pude amar, pude ser amada, y fue algo real.

Ya no caminaremos juntos por el mismo camino, pero debo ser justa, y agradecer que haya querido caminar conmigo aquel trecho que no deja de ser importante. Fue el inicio de la vida de "adulta" que he de emprender el que siguió a mi lado, y eso ni el alzheimer lo borrará.

Así que sólo queda respirar hondo, dejar el bolso de este amor a un costado del camino (con un bello cartel que indique dónde está, para volver a él y recordarlo con cariño, peo nunca más volver a cargarlo), enderezar la espalda, y caminar libre de carga un trecho más, hasta que otro ser humano se cruce en mi camino (o en el de él) y decida que caminar juntos un trecho no es tan mala idea.