lunes, 28 de enero de 2013

Inspiración de vuelta.


Es curioso cuando la vocación surge como epifanía a destiempo, o cuando las tripas son más acertadas que tu cabeza para guiar el camino o no. Recién egresada de la carrera, me vengo a dar cuenta que sí, me gusta y por fin siento que no seré un cero a la izquierda ejerciendo... pero que la necesidad del arte es tanto más fuerte que el mero hobby, que además queda manco frente a la falta de herramientas para expresarlo. O frente a mi desidia por practicar, que también sería una alternativa.

Las ganas absoluta y completamente viscerales de querer componer la melodía más modesta, o el deseo grandilocuente de hacer emanar de mi cabeza el complejo bloque que represente en el oído las emociones más rudimentarias en el ser humano; la incapacidad técnica de ejecutar un baile furioso y violento al ritmo de la música más transgresora, o de flotar entre las nubes en los más clásicos que me encantaría aprender; la realización de que no existe conocimiento, mi maestro ni la suficiente voluntad quizás de ser aprendiz, aún cuando la necesidad (porque no es capricho, pasa a ser una carencia del alma) de moverme, quebrarme, cantar tan agudo que rompa copas o con tanta pasión que quien me oiga sepa exactamente qué existe en mi pecho es físicamente dolorosa.

Es divertido cuando, a destiempo -para variar-, vuelven los talentos olvidados, o vuelve la inspiración por la admiración casi irracional por alguien que es excepcional en todo lo que hace, advirtiendo de golpe y porrazo que con algo más de sacrificio uno puede ser casi tan prodigioso como aquel que se admira. No es que una tenga los humos en la cabeza de la noche a la mañana; es más bien que los humos por fin se fueron de ella para permitir la visión de todo el campo en barbecho que existe para cultivar, ahí esperando a que una se ponga guantes, agarre la pala y empiece a trabajar.

Es satisfactorio cuando las ilusiones no deprimen, sino que alegran de manera más genuina que una sonrisa fugaz, que no pasan por segundos sino que acompañan y llenan de a poco. Ilusiones que estoy dispuesta a convertir en realidad porque, a la larga, son la mitad de mí que abandoné en el minuto que la "practicidad" llenó mi horizonte, y que hoy, ya orgullosa de su trabajo, se echa a dormitar para que la musa, ninfa, demonio o lo que sea que se escindió vuelva al campo de batalla a plantar frente con todo lo que tiene. Y por suerte, es realmente mucho lo que guarda.