jueves, 25 de marzo de 2010

Mausoleo

Te tenía en un lugar muy bonito y sobrio. Estabas allí, cubierto del mejor mármol, con la estatua de alabastro más acabada que hallé en tan poco tiempo. Tenías una tumba muy bella, ¿Sabes? Así te mantenía encerrado en un lugar que evocara los mejores recuerdos, las situaciones especiales, las palabras dichas quizá a destiempo. Te tenía muerto, y bien muerto. Y más enterrado aún; en un lugar en el que el sentir jamás saliera a flote, jamás me estremeciera.
Pero vino ese terremoto del demonio, que hizo que las cúpilas que cubrían tu cielo se cayeran, que el mármol se rompiera y asomaras allí, de nuevo, volviendo del infierno al que te deseé enviar tiempo ha.
Y volviste, y los temores que había enterrado contigo surgieron; y nació de nuevo la inquetud, la duda, la inconciencia. Volví al estado primigenio una vez derrumbado ante mis ojos el sitio que tenía sagrado para rendirte respeto, pero ya no más cariño.
Y se cayó, se partió en mil pedazos, que se esparcieron entre mis pies cuando todo bajo ellos se movió con violencia...
Te tenía en un lugar bonito, ¿sabes? Pero no sé si pueda volver a construirte algo así. No sé si mi pecho se vuelva de hielo otra vez, o si los recuerdos acuñados contigo tengan la suficiente fuerza como para volver a sepultarte bajo el mármol que, por muy blanco y puro que sea, no dejará de ser tan frío como tu mirada, ésa que se regresa a atormentarme cada noche después de que se moviera el piso.
No sé si quiera de nuevo llorar en cada ladrillo que te vaya cubriendo, como lo hice en su momento. No sé si tendré paciencia para construir tu recuerdo. No sé si me alcanzará el cariño para que descanses un poco, o si sólo será la costumbre la que me haga moldearte una cárcel de por muerte.
Este terremoto remeció lo más hondo. Pero también removió mi cabeza.
Quizá me harte de todo y te mande derechamente a una tumba corriente, entre los pabellones. O a la fosa común, donde no tendrás ni siquiera alguien que te vaya a poner flores.
Porque ya nadie -ni siquiera yo- sabrá de tí jamás.

lunes, 22 de marzo de 2010

A veces...

A veces desearía estar ciega un rato, para no tener que mirar a los ojos a nadie; para no tener que ingeniármelas para sostener una mirada que quema, que juzga... que hiere.
A veces quisiera estar sorda, para no oír la voz que me confunde, que me daña en su silencio o que me ignora en sus palabras.
A veces quisiera estar muda, para que realmente las palabras no las pudiera expresar, para que los silencios circunstanciales lo fueran por fuerza de las cosas y no por fuerza de la culpa o el terror.

A veces quisiera ser todo eso junto.
Ahora es una de esas veces.

jueves, 18 de marzo de 2010

...¬¬**

Estoy chata, chata, CHATA del mundo. Hoy, por mí que se desaparecieran todos de la faz de la tierra. Estoy emputecida desde ayer, que los vi a todos, y no me explico aún el porqué, y quizá tampoco sea algo que me importe. El punto es que me siento total y absolutamente excluída de todo; colgada hasta en los más nimios puntos, y el ver a la gente me repele, me asquea, me molesta por mucho que los extrañe. Siento que cada vez me estoy quedando más y más atrás, que ya no avanzo siquiera al ritmo; que ya no tengo.
Quiero mandar todo a la mierda, que todo se diluya, que pierda la memoria y sólo recuerde lo académico y a tres o cuatro personas, con suerte. Quiero que todos desaparezcan; no tener corazón ni estómago, o ser una roca y ser capaz de no pensar siquiera en ellos. O derechamente no pensar.
Aislarme, yo, la que le tiene pavor a la soledad; salir de aquí y mandarme cambiar a donde sea, pero lejos de todo.
Me estoy volviendo loca, probablemente.