martes, 12 de enero de 2010

...(Sin) Memoria IV...

A veces me vienen retazos descoloridos de cosas que –supongo- son mis recuerdos. Siempre son con alguien a quien no distingo su rostro y su voz es un tanto distorsionada. Lo malo es que siempre que vienen estoy dormida y despierto llorando desconsolada. Siempre se me viene a la cabeza un nombre que olvido apenas abro los ojos. Y cuando lo evoco, me duele el pecho. ¿Quién será?

El otro día vino el que iba manejando el auto. Tenía yeso en un pie, así que venía con muletas. En cuanto me vio palideció, así que temiendo que algo malo le pasara traté de levantarme de la cama para sujetarlo, pero un pinchazo en el brazo me recordó el suero, por lo que debí quedarme allí. Se acercó lentito, mirándome con esa mirada que he aprendido a reconocer como con culpa, y me abrazó con fuerza. No supe de mutuo propio quién era, pero el mero contacto con sus brazos me hizo acomodar automáticamente en su hombro, como si estuviera habituada a hacerlo. Abrazarlo me hizo sentir muy bien, he de reconocer. Me hizo sentir querida y no compadecida, como hasta ahora. Me pidió disculpas, que yo rebatí con los escasos antecedentes que contaba. Me miró, soltándome, y sonrió. Y fue la primera vez que vi ojos reírse también. Sentí que era una persona buena, y que era alguien a quien quise mucho antes de olvidar. Pero su nombre no me fue familiar, como esperé.
Habrá que esperar.

jueves, 7 de enero de 2010

...(Sin memoria) III

-¿Me quieres?-preguntó ella, con tono juguetón.
-¿Lo dudas?
-No me respondiste…
-… No. No te quiero.
-¿Entonces?
-Yo te amo, que es diferente.
-… ¿cuánto?
-¿Tengo que responderte eso?
-No si no quieres…
-Te amo demasiado como para limitarlo con palabras…
-¿Tanto así?
-Sí, mi niña…
-…
-…
-¿Qué harías si perdiera la memoria?
-¿Ah? ¿Y eso?
-No sé, si algo me pasara… ¿serías capaz de comenzar todo de cero, por mí?
-Por supuesto –dijo, besándola-, eres lo más importante que tengo…
-¿Auque hubiera pasado algo entre nosotros que hiciera que me odiaras, o que yo lo hiciera? ¿Aunque hubiéramos terminado con todo esto?
Él no respondió.

miércoles, 6 de enero de 2010

...(Sin memoria)... II

No podíamos creerlo, en cuanto el médico salió del box donde la tenían. Además de magullada, herida y quizá fracturada… ¿amnésica?

El doctor nos dijo a nosotros primero, su familia aún no había llegado. Había despertado de una vez, pero era incapaz de decir ni su nombre siquiera. Ojalá fuera temporal, nos dijo, pero aún no tenían diagnóstico certero. Habría que hacer exámenes y otras cosas, pero no se podía hacer mucho por ahora, salvo dejarla descansar.

Después de repartirnos entre los varios heridos por el choque, tuvimos que contener a su familia (para la mayoría de nosotros desconocida), que salió del box deshecha, casi tan en shock como ella misma.

Cuando por fin nos permitieron entrar (de a uno, recalcó la enfermera, cosa que no hicimos caso), la vimos –quizá- más frágil que nunca en la vida. Parecía pajarito; abrazándose temerosa, con la cabeza vendada y suero en los brazos, mirándonos con cara de pregunta, como queriendo leer en nuestros rostros lo que ella había olvidado. La saludamos, temiendo abrazarla, diciendo nuestros nombres como si con ello le prendiéramos un chispazo a su cabeza. Salvo el hecho de que con algunos dio respingos, lo único que nos pudo devolver fue una sonrisa inocente, y una disculpa avergonzada, como si considerara que el no poder recordarnos fuera una afrenta para nosotros más que un daño hacia ella.

Varios no quisieron entrar. Que por prudencia, que entro más rato, que los cubrimos… excusas fueron muchas. Quizá fue por el hecho de que verla así, como una niña pequeña, desvalida e indefensa, veían el origen de su propia fragilidad encubierta, la materialización de sus peores temores: el olvidar todo lo vivido.

domingo, 3 de enero de 2010

...(Sin) memoria...

Muchas veces miro por la ventana siempre pulcra desde mi camilla. Ésta, que se ha vuelto lo único estable y conocido dentro de esta marejada de cosas que no entiendo pero suponen todos que sí. Desde aquí se ve ese árbol de flores lilas, jacarandá dicen que se llama, que crece alto y bello en medio de toda esta mole de cemento, gritos, llantos y olor a desinfectante. Me ayuda a olvidar que he olvidado todo.

Dicen que fue un accidente. Lo más seguro es que sí, a estas alturas no me queda más que asumir lo que buenamente me expliquen. El problema es que no logro encajar muchas de las piezas. O yo dentro de ellas, que abundan.

Dicen que fue un choque; que quien iba manejando no tuvo la culpa, que fue por un tarado que no respetó una luz roja, vaya una a saber… que los otros pasajeros del dichoso auto salieron heridos, pero que lejos la más perjudicada fui yo… que -¡niña, por Dios!- no tenían idea de qué pasaría conmigo ahora, salvo que el tratamiento diera resultado pronto para no perder todo el camino que llevaba avanzado… que para mi carrera… que esto, que lo otro…

Lo más cruel de todo esto es que no reconozco a quienes me solían rodear, y que por ello les hago mucho daño. Aprendí a llamar como mamá a una mujer menuda, que la vi por vez primera después de… de esto, llorando a mares y visiblemente destrozada cuando no supe decirle quién era. Aprendí a decirle hermana a una chica hosca, pero que se notaba afectada. A decirle papá a un hombre de pocas palabras, que no sabía dónde poner las manos, como si temiera dañarme aún más si me abrazaba. Aprendí los nombres de algunos chicos que dijeron ser mis amigos, pero que –más allá de una simpatía innata o un temor irrefrenable- no me generaron ninguna otra sensación… ni recuerdo. Esto de la amnesia no es para nada agradable.