jueves, 11 de diciembre de 2008

Bebo

Estaban en un bar.
Él, ya pasado ligeramente de copas, sentado en la barra.
Ella, recién llegada y con igual mirada de dolor.

Pidió una copa. Vacía. Ya al rato pediría el licor. Al fin de cuentas, el barman era un viejo amigo, compañero de penas y de farras. Lo admitiría.

A él le llamó la atención que sólo tuviera el cristal entre sus manos. No había nada en su interior, y ella tampoco ordenaba. No conversaba. Sólo miraba el horizonte, aunque éste fuera una colección de vinos y la disposición de los vasos tras el mostrador.

Luego de un rato de mirarla paciente, escudado en su ligera borrachera, se levantó de su sitio y se sentó junto a ella, al final de la barra. Quiso preguntarle el nombre, pero le sonó tan banal la sola idea que no lo hizo. Tan sólo habló.

-Quien venga a un bar y sólo pida una copa, está mal enfocado.
-No si se puede llenar en el momento oportuno.
Él hizo señas al barman, para que le llenara la copa.
Ella pidió lo habitual.

Al poco tiempo fueron servidos, y luego de beber un pequeño sorbo, comenzaron a desahogarse con aquel perfecto desconocido que tenían al lado.

-Bebo por los malditos que nos quiebran el corazón- dijo ella, de la nada.- Bebo por ésos que amamos profundamente, y que en segundos son capaces de rajarnos el pecho, hacer mierda nuestros sentimientos y salir campantes. Bebo por esos a los que no puedo sacar de mi cabeza, y que no sacaré jamás de mi historia. Sí, bebo por los que no tienen la culpa de ser amados, porque no lo buscaron. Bebo por aquel que jamás quiso hacerme daño, por aquel que lo hizo por no saber de mi boca lo que pasaba. Bebo, y ahogo en el licor los sentimientos que no nacieron. Mato lenta y pacientemente, con esto, toda aquella ilusión que surgió de un deseo jamás cumplido, pero insinuado ingenuamente. Por esos hombres que aman y destruyen, que crean y me hunden. Por ésos... por ésos bebo.
-No hay que ser injustos. Yo... yo bebo para olvidar a las que nos embrujan, a las que nos enredan en su perfume, nos hacen adictos a él y que luego nos patean como a perros, por no ser lo que buscan. Bebo... bebo para arrancármela del pecho, ése que ya está vacío... ése que solía tener un corazón, que yace ahora tirado en alguna parte de esta ciudad. Bebo por ella, cuyos labios fueron fuego, y cuyo piel aún tengo pegada a los míos. Por esa... puta... que no quiso mi cariño, que lo botó a la basura... Bebo también por aquellas que dañan por no saber, como tú dices; por aquellas que de manera inocente clavan más hondo, si cabe, el puñal de la desdicha...Por ellas yo bebo.

Pasaron al menos una hora en silencio, el uno junto al otro, sin mirarse siquiera; pensando en lo que habían dicho.

-¿Qué bebes?-preguntó ella, al fin.
-El más dulce de los licores: el olvido.- respondió, apurando la copa y pidiendo que le fuera llenada nuevamente. Al rato preguntó él.
-¿Y tú, qué bebes?
Ella volvió a fijar la vista al frente. Y, sosteniendo su copa antes de dar el último sorbo, respondió con voz queda.-El más doloroso de los venenos... la amargura.

2 comentarios:

Tigu dijo...

Me gusto!!
aunq nuca q bebidp por eso... sinembargo siento q lo q escribiste es asi ..nose si me entiendes
pero nu importa solo decirte q estubo muy bueno...
besitos!

Tigu dijo...

no mires mis faltas de ortografia =(
es el sueño ..(mentira)