jueves, 15 de octubre de 2009

Arrebato

Anda, ven y arráncame el corazón de una vez de las manos.

Porque mi pecho hendido yace yermo.


Ven, búscame, úsame como acostumbras.

Ven, úsame, como ya lo has hecho;

y como tantos más lo han hecho antes que tú.


Cruza ese umbral prohibido para todos,

incluso para mí.

Cruza el límite que genera nuestras diferencias,

esas que biológicamente designan quien eres tú.

Y quien se supone que soy yo.


Yo, esa que por yerma natural no sabe si es mujer, hembra, perdida o mala misma;

que no sabe si vive en función del resto,

o si es por el resto que funciona.


Ven y arráncame la vida, a ver si puedes.

Porque mi vida, per se, ya no existe.

Mi animus, mi aliento sólo está porque es insuflado por el resto.

Sin ellos, no soy nadie.


Anda, aprovéchate una y otra vez de ésta que trata de fingirse sapiente, experimentada, cuando en realidad la inocencia la perdió antes que entendiera lo que significaba.

Abalánzate sobre esta que se busca entre las hembras, las zorras, las perras, las que todos desdeñan… porque los misterios de la feminidad le están negados.

Ven y búscame; trata de encontrar en ésta que ofrece tu pecho abierto a aquella que en algún momento amaste.

O busca a la que te quiso como a nadie, a la que en cada gesto te dio más de lo que supiste interpretar.


Busca en esta sombra aquella luz que realmente buscabas; ésa que traes tú mismo y que te niegas una y otra vez.

Busca en ésta la voz que se niega a sí misma, que grita para callarse y calla para decir lo que quiere sentir. Porque lo que siente se lo lleva el viento.


Busca, hombre, busca aquello en lo que siempre sueñas. Algo habrá de quedar.

Pero no porque me pertenezca de propia esencia.


Quítame de una vez este dolor que abrasa, que no recorre mis entrañas que están muertas desde siempre, pero que aún así existen, me carcomen y me controlan.

Sálvame de mi propia locura, de mi desesperación inagotable y libera mi espíritu amarrado entre las cadenas de lo deseado y lo obtenido.


Te lo ruego, te lo imploro, te lo ordeno.


Arráncame la vida si alguna vez me quisiste como mujer, como amiga, como madre y como hembra, porque tú mejor que nadie sabe que todos esos papeles alguna vez los encarné.

Sácame del abismo; ése que una vez te insinué y que no fuiste capaz de desentrañar.

Quita de mí todo lo humana que subsista. No hay más esencia en mí que la que el resto me delegue.

Por mí sola, no valgo.


La nada –mi nada- me traga, me engulle, se ceba en mí y, aún así, sigo aquí.

Quizá sea porque mi camino es ése: atravesar los del resto, dando las lecciones que los hagan surgir, pero jamás aprehendiéndolas yo.


Locura, insanidad, repulsa; todo eso es lo que por mí misma siento.

Ser formado informemente, por un hálito de vida que de milagro sigue aquí, atado a la tierra, cuando mi huella se la llevará el viento en cualquier momento.

Mi marca jamás quedará, pues hasta mi sangre es sangre muerta.


Ven, deléitate en la cruda visión del latir de un corazón oscuro en la palma de alguien que no es quien debería.

Sáciate en la sangre que mane, pues pronto la verás regar los desiertos, los salares… todos los lugares que por sí no tienen vida y que más bien se la tragan.

Regodéate en ver esa figura desnuda de la que tuviste miedo aprovecharte completamente aunque tuviste a tu merced.

Porque a mí te amarraste, y el nudo jamás se romperá.


Ven, y termina de arrancar a la mujer de esta forma de niña; que ésa era tu meta. Ven, y termina de ser hombre, para hacerme mujer y demostrarme de una vez la contradicción de la naturaleza.

La frágil, la etérea, jamás ha sido tal.

La fuerza, el caos, la voluntad son los que debieron moldearme, no los mimos y caprichos que terminaron doblegando la esencia indeterminada que vino a morir en este cuerpo y en este mundo.


Oh, locura, quédate de una vez o márchate con lo que me queda de juicio!

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