Ayer tuvimos un bombardeo –literalmente- de imágenes, reportajes y despachos por televisión abierta respecto al dichoso “27/F”, aquel terremoto y maremoto que hace un año azotó esta huincha de tierra larga y angosta.
Ayer se conmemoraba un año desde que medio país se despertó porque el piso se movía más de lo que la ebriedad acostumbraba, y que el mar, que “tranquilo nos baña”según el himno patrio, decidiera revolverla un poco y cobrar venganza por tanto desprecio que le demostramos, ensuciándolo a diario, llevándose a cambio vidas humanas en canje.
Ayer se hizo un eco multitudinario del descontento existente porque los planes de reconstrucción avanzan a paso de tortuga, dejando a miles de familias varadas en mediaguas o de allegadas en casas de familiares, todavía.
Si bien el terremoto no me afectó tanto como a esas familias (sólo se nos quebró la mesa, los adornos y toda la colección de vinos de papá), porque mi casa siguió en pie y con todos sus muros útiles, me causa mucha extrañeza todo lo que ello implicó para el resto. Quizá sea porque me pasé una semana incomunicada del resto del mundo, salvo los cortos mensajes de que el resto de la familia y amigos estaban bien, que ahora miro con algo más que mero morbo ese mismo instante para el resto del mundo.
Sin embargo, no puedo sino pronunciarme -humildemente- frente al actual panorama. Políticamente hablando, este asunto implica una maraña de dimes y diretes, de palos que van y vienen entre el oficialismo y la oposición. Que no se hacen las cosas, que van muy lento, que se hacen truchas... Los ex habitantes de La Moneda no hacen sino restarse de las iniciativas o sólo ponerlas en duda, despreciando lo que el gobierno trata de hacer. Tampoco es que los defienda a brazo partido; sólo expreso mi opinión. No obstante ello, me da mucha rabia que nadie sea capaz de asumir abiertamente las cosas. Hasta en un país desarrollado la reconstrucción se demoraría por lo bajo 5 años; ni hablar en uno “en vías de” como el nuestro. El tema de los subsidios no es sólo entregar y comenzar; los trámites burrocráticos son demasiados para entregar platas del erario público, por lo que acortar los trámites a lo más que se puede implica una muestra de buena voluntad y de ánimo por mejorar las cosas que no recuerdo haber visto años atrás. Cabe recordar que hace varios años atrás también hubo un terremoto en el norte del país y se abandonó de la palestra informativa al poco andar. ¿Alguien sabe cómo se arregló eso? Si mal no recuerdo, la actual oposición fue la que estuvo a cargo de esa tragedia...
Lo triste, además de las pérdidas en vidas humanas, es que de a poco todos van creyendo que el estado está en la obligación de resolverles todo por la vía expedita, en vez de asumir también algo de responsabilidad por sus propias vidas. Hay muchos, muchísimos, que han hecho todo lo que tienen a su alcance para salir del mal trecho, a los que les caben todos los méritos por lo que logren, pero hay otros (que son los que más ruido hacen, tristemente) que esperan de brazos cruzados que les arreglen todo, como esperando que les caigan las cosas del cielo. Y claro, como no llegan, acuden al recuerdo enaltecido de los antiguos dirigentes... aunque también abundan los que no tuvieron mayores daños y aún así les da por reclamar. Aunque contra todo, claro, pero eso es harina de otro costal.
