sábado, 5 de marzo de 2011

Asco

Pensaba, acostada en su cama mirando el techo, en el hastío que sentía.
En realidad estaba harta de sí misma. El mirarse cada día en el espejo, y no ver más que un rostro siempre sonriente, que no era más que una mueca de la que se había acostumbrado, le era muy incómodo ya; el tener que lucir amable para el resto porque así se daban cuenta que existía le tenía molesta, porque -a fin de cuentas- nadie toma en cuenta los gestos que los ajenos hacen por otros ajenos, por mucho que ronden el mismo mundo. Estaba harta de sus cambios de humor, que debía siempre encubrir para no hastiar al resto, o para no preocupar a los que "quería"... que muchas veces quería ver bien lejos, para poder gritar hasta desgañitarse y arrancarse la piel a jirones,a ver si salía luego de ella todo el pus que sentía moverse en su dentror.
Su cabeza era una maraña, muy alentada gracias a la cantidad de medicamentos a la que estaba sometida, por obra y gracia de algún ente que quiso ayudarle y que sólo complicó las cosas. No le gustaba dormirse, porque vez que cerraba los ojos, veía que cada persona a su alrededor le miraba de forma acusatoria, como diciendo "¿hasta cuándo nos engañas?", o "¿qué demonios te crees, que nos importas?". Vez que cerraba sus ojos, veía su rostro surcado de heridas, sus manos temblando y su cuerpo, si no destrozado, en vías de serlo muy pronto. Vez que cerraba los ojos sentía un torbellino en el estómago y una roca en la garganta; un ardor en las ojeras y una sequía en los ojos. Sentía el pecho apretado y que todo le daba vueltas. Pero no podía abrir los ojos, porque su cerebro de mierda siempre le llevaba como punto fijo su imagen en el espejo; esa imagen cínica y muerta, que no revelaba más que el bicho que era.
Bicho.... sí, bicho era la mejor palabra para describirla. Parásito, también, podría ser una aplicación más o menos realista de las cosas. Siempre a la siga de alguien, siempre importunando a alguien... siempre alimentándose de las sobras de atención que el resto, "el resto" le dejara. Y es que ella no podía sino vivir de esa manera y, al mismo tiempo, no podía seguir haciéndolo.
Pero los bichos nunca desaparecen del todo de la faz de la tierra, y ella sabía que, por mucho que se odiara, por mucho que se intoxicara casi a diario entre pastillas, alcohol y neurotismo, no sería capaz de hacer nada contra ese hastío de sí que tenía. Porque el instinto de sobrevivencia era más grande que la idea de vivir, o de sentir algo. O de considerarse una persona, en todas las de la ley.o, porque ella no tenía derecho para hacerlo; se lo había quitado ella misma muchos años atrás, sin recordar bien el porqué.
¿Quería ser persona? ¿Quería dejar de ver a la cínica frente al espejo? ¿Quería dejar de revolcarse en su propio excremento mental y salir de una vez? Posiblemente, pero eso no era suficiente. No, no era suficiente. Primero tendría que nacer de nuevo para ser alguien diferente; alguien que pensara diferente, que sintiera diferente y a quien no le naciera tan naturalmente el ser rastrera, poca cosa, amargada, absorvente, maquinera y manipuladora. Tendría que pegarse un tiro, pagar las culpas en el infierno y volver a la vida como un otro... como uno de esos otros a los que ella seguía servilmente.
No iba a llorar por eso, se reconocía. Las lágrimas eran para ablandar el corazón de algún otro que le brindare algún tipo de secreta satisfacción, para que le permitiera estar un poco más cerca de él, no para malgastarlas en sus sesiones diarias de sadismo mental y masoquismo corporal. La culpa y el asco le eran tan innatamente necesarias que la idea seria de desprenderse de ellos no dejaba de ser sólo eso, una idea, y hasta ella lo reconocía en su cabeza.
Malgastó un suspiro, se dio vuelta y cerró los ojos, para dormirse. Y dijo hola de nuevo a sus pesadillas, como cada noche. Qué diablos, se decía siempre.
Es lo que soy.

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