lunes, 11 de octubre de 2010

Incoherencias.

-Te amo, ¿sabes? Pero no creo que eso nos baste. Siéndote sincera, me estoy aburriendo de tí.
Así, precisa, concisa, letal, fue que ella dejó en el aire todo el esfuerzo que les había costado años consolidar.
-¿Estás segura? Digo, hay mucho en juego aquí...
-No dije que estuviera terminando. Dije que me aburro. No hacemos nada nuevo, la rutina nos comió, ni siquiera tenemos de qué hablar...
-¿Y qué propones?
-No lo sé. Desde un comienzo no lo supimos, ¿no?

No. Desde un comienzo no lo supieron, salvo el sentir que el mundo se confabulaba en su contra para hacerlas sufrir más aún.
De mundos diversos, cada una con su cruz a cuestas, para ver que todos los parámetros en los que trataban de encajar se venían al suelo por amar a alguien igual a sí misma. O al reflejo, más bien. O a los opuestos, si se quiere. Les daba lo mismo. Hasta ahora, claro, en que los cuerpos se sabían tan de memoria en que ver a la otra desnuda ya no provocaba nada; en que la hora de la cama era literamente para dormir y en que hasta los días especiales (cumpleaños, aniversarios, recuerdos de días importantes) venían a ser lo mismo: un refrito de los grandes instantes anteriores...ésos que, de tanto recordarlos, perdían su magia y no pasaban a ser sino una foto desteñida en la memoria.
Ahora, el ser el espejo de la otra les venía en contra. Sabían cada gesto, cada opinión, cada suspiro, cada orgasmo de la otra. No quedaban sorpresas, no quedaban recovecos por descubrir; ya la depravación se les había agotado, lo mismo que la ternura. Lo que les quedaba era la costumbre.
Y eso, ESO, las mataba.
Pero no existía valentía como para cortar por lo sano, no había voluntad para decir "Adiós, un placer, que te vaya bien en la vida", ni para decir "Te detesto, te aguanté nada más que para no estar sola contra el mundo". Para nada habían ánimos. Sólo esa maldita costumbre, ese maldito conformismo que las había absorvido a ambas.
Completamente lejos de los que las llevó a unirse, a amarse, a conocerse. Y que, en esos momentos cruciales, ninguna podía recordar.

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