viernes, 3 de septiembre de 2010

(inserte nombre)

Estaba harto.
Harto de su ingenuidad inventada, de su tripolaridad, de su asfixiante presencia. De que creyera que todo giraba en torno a ella.
La odiaba. Con todo el cuerpo. Le repelía tenerle cerca, el verse forzado a besarla, a tocarla, a mirarla siquiera.
La aborrecía. Lo único que quería era que se la tragara la tierra, que le pasara un auto encima, que... cualquier cosa, pero que desapareciera de su vida.
Pero no podía. No aún, al menos.
Mas...
Estaba ahí, al lado suyo, más indefensa que nunca. Durmiendo, como un cachorro desvalido...
Pensó en lo que le esperaría: juicio, cárcel, quizá una violación en las duchas...
Le daba igual, eliminar esa lacra del mundo lo valdría.
Sobreponiéndose a su asco, se sentó sobre su vientre, sellando sus piernas con la presión de de las propias. Buscó sus manos, y las unió sobre la detestable cabeza.

Ella lo miró a través de los ojos entreabiertos, no entendiendo nada. Los cerró de nuevo, dejándose hacer... hasta que sintió que sus muñecas eran estrujadas de forma demasiado violenta. No entendía nada, recién habían dejado de jugar esos juegos sádicos a los que siempre terminaba sometida, todo para no ver en él esa misma locura que la aterraba tanto. Si no fuera tan frágil...

Notó que había abierto los ojos, pero ya estaba decidido. Con la mano libre que le quedó, agarró su cuello, y presionó, presionó, hasta que sus yemas quedaron blancas mientras el cuello enrojecía y la perra a la que pertenecía jadeaba, tratando de librarse de la garra que la estaba ahorcando.

Se revolvió, sintiendo sus piernas atrapadas, su vientre aplastado y sus brazos inmovilizados (¡si no fuera tán frágil!); y sintiendo que la presión subía y subía, que no podía respirar, que no podía librarse... Y no entendía, no entendía...

Presionó hasta que sintión que la resistencia en los brazos bajaba ostensiblemente, momento que aprovechó para soltar el agarre de las muñecas y reforzar el del cuello. No faltaba mucho.

Trató de abrir los ojos, quizá inyectados en sangre, para ver ese rostro y tratar de descifrar por qué, por qué...

Sintió un último intento de liberacción, y aferró más aún el agarre. Lo mantuvo, al igual que su respiración, unos momentos más.
Y se sintió libre.

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